¿Libertad o peso?
En contraste con la soledad como una sensación subjetiva y desagradable, hoy en día una experiencia positiva de soledad se equipara a menudo con «estar solo». Si observa más de cerca cómo usamos este término en la vida cotidiana, es evidente que está definido de manera amplia y también contiene experiencias negativas. Cuando te sientes solo con algo, como cuidar a tus seres queridos, a menudo es una expresión de desesperación. Pero usted mismo hace muchas cosas, lo que simplemente significa que no hay nadie más: por ejemplo, ir de compras, dar un paseo, cocinar, relajarse en el sofá o reflexionar sobre las impresiones del día. Para algunos, este es un tiempo precioso para sí mismo.
Los psicólogos estadounidenses Christopher Long y James Averill, ambos en la Universidad de Massachusetts en Amherst, exploraron los beneficios de estar solo. En 2003 hicieron una distinción esclarecedora: estar solo como «libertad de …» versus «libertad de …». La «libertad de …» ya se deriva del hecho de que estando solo uno se desprende de las relaciones sociales y es simplemente consigo mismo. Estamos en constante contacto con compañeros, amigos o familiares en nuestra vida profesional y privada. Por mucho que nos ayuden a orientarnos y a hacer nuestro trabajo, por mucho que contribuyan a nuestra felicidad y sentido, también es cierto que nos desafían e involucran. La interacción con los demás nos moldea, por lo que sigue siendo una tarea interminable expresar nuestra opinión, afirmar nuestra posición, articular nuestras necesidades, aclarar malentendidos, comprobar nuestra integridad moral. Todo esto es agotador y desaparece cuando estás solo. Y podemos dejarnos llevar de una manera beneficiosa.
Esta forma de estar solo es autocumplida, pero puede convertirse en una desagradable experiencia de soledad, incluso si ha deseado relajarse estando solo. Long y Averill asumen que eres inmune a esta nubosidad si experimentas el estado como «libertad para …». Esto significa: ser capaz de utilizar los recursos para moldear el tiempo contigo mismo de tal manera que sea realmente bueno para ti. Si la soledad se utiliza como una »libertad para …«, entonces, según los dos investigadores, ofrece oportunidades para la creatividad, la contemplación, la espiritualidad y la intimidad.
La soledad creativa es descrita por muchos filósofos y artistas, pero también por personas que juguetean y retocan: como un espacio de creatividad, como un requisito previo para un examen productivo de uno mismo, como una atmósfera inspiradora que le permite crear nuevos pensamientos y productos, y como base para la experiencia del flujo. Este último describe un estado en el que estás tan absorto en lo que estás haciendo que te olvidas de todo lo que te rodea. Según los estudios psicológicos, esos momentos se experimentan como gratificantes y aumentan el bienestar y el rendimiento.
Enfréntate a ti mismo
La soledad también ofrece la oportunidad de pensar de forma concentrada y enfrentarse a uno mismo, o soñar despierto de forma serena y meditar sobre la melancolía. Aquí tiene la paz y el tiempo para repasar experiencias, sopesar pensamientos y sentimientos y pensar en las relaciones con los demás. Esta forma de autoconocimiento no conduce necesariamente a conocimientos profundos o incluso a ningún tipo de iluminación. Sin embargo, puede valer la pena involucrarse, sin expectativas y sin distraerse. La filósofa Hannah Arendt (1906-1975) asume en su libro «Acerca de Böse» que ella te educa cuando aprendes a soportarte en esta soledad y te experimentas como si fueras otra persona. Esto promueve la independencia y la autosuficiencia. En definitiva, para ellos, una convivencia moralmente exitosa depende, entre otras cosas, de que cada individuo haya aprendido a estar solo y en diálogo consigo mismo.
Además, estar solo ofrece la posibilidad de tener experiencias espirituales. Al hacerlo, el individuo se profundiza y se sumerge en sí mismo, tanto para establecer una relación íntima con un ser superior en la oración, como para superar los límites de la autoconciencia como para determinadas prácticas meditativas. Incluso las personas no religiosas pueden vivir esta forma de soledad como enriquecedora: como una apertura y relativización de la propia personalidad, como un sentimiento de estar conectado a un todo mayor que te supera, pero en el que participas.