Muchos amigos pierden el contacto entre sí con el tiempo. Ya sea porque te mudas a una nueva ciudad, no tienes suficiente tiempo o, como en los últimos años, una pandemia te obliga a mantener la distancia. A menudo prevalece una conciencia culpable, y es mejor no ponerse en contacto con nosotros que arriesgarse a una respuesta decepcionante. Pero este temor a menudo es infundado, como sugiere una serie de experimentos realizados por un equipo dirigido por Peggy Liu de la Universidad de Pittsburgh. En nueve experimentos con casi 5000 sujetos, se repitió un patrón: la gente subestima lo felices que son sus amigos y conocidos cuando entra en contacto con ellos. Los investigadores ahora han presentado sus hallazgos en el Journal of Personality and Social Psychology.
En algunos experimentos, se les pidió a los sujetos que enviaran un mensaje corto o un pequeño regalo a amigos o conocidos al azar y que calificaran cuán feliz estaría el destinatario con este gesto. Ellos, a su vez, indicaron cuánto apreciaban el establecimiento de contactos. En otros experimentos, se pidió a los participantes que se pusieran mentalmente en uno de dos roles para la evaluación.
El efecto era mayor cuanto más sorprendente era el contacto, por ejemplo si se trataba más de un conocido casual que de una amistad profunda. Si el mensaje era completamente predecible, como en el contexto de un programa de tutoría, los remitentes evaluaron más correctamente la reacción de los destinatarios. Los investigadores creen que las personas no se ponen en el lugar del destinatario cuando se preguntan si deberían volver a ponerse en contacto. En consecuencia, no calculan el efecto sorpresa positivo.