Nuestra nariz es una puerta de entrada para las bacterias y virus presentes en el aire que respiramos. Para combatir estos patógenos, las bacterias beneficiosas y nuestro sistema inmunológico trabajan juntos en el revestimiento de la nariz. Ahora, un estudio muestra cómo la propia inmunoglobulina A del cuerpo influye en la cantidad y composición de los microbios que habitan en la nariz. Por tanto, un nivel más alto de IgA se asocia con menos bacterias. Las reacciones de los anticuerpos contra las bacterias aparentemente difieren de persona a persona. El estudio también proporciona posibles puntos de partida para combatir las infecciones causadas por el germen hospitalario MRSA.
El microbioma de nuestra nariz juega un papel importante en nuestra salud. Dependiendo de qué bacterias colonicen nuestra mucosa nasal, podemos ser más susceptibles a sufrir alergias o determinadas enfermedades respiratorias. Además, los microorganismos útiles y nuestro sistema inmunológico trabajan juntos para mantener a raya los gérmenes dañinos. Para combatir las bacterias no deseadas de las mucosas, nuestro cuerpo utiliza, entre otras cosas, la llamada inmunoglobulina A secretora (sIgA). Esta variante de anticuerpo es capaz de unirse a las bacterias y hacerlas inofensivas. Además de nuestras secreciones nasales, la sIgA se encuentra en la saliva, el sudor, el líquido intestinal, las lágrimas y la leche materna. Sin embargo, hasta ahora no estaba claro cómo afecta exactamente al microbioma nasal.
El sistema inmunológico limita la densidad bacteriana.
Un equipo dirigido por Rob van Dalen de la Universidad de Tubinga ha estudiado cómo interactúan entre sí el sistema inmunológico del cuerpo y las bacterias de la nariz. Para ello, los investigadores analizaron hisopos nasales de 50 personas sanas y registraron el contenido de inmunoglobulina A secretada y la composición de las comunidades bacterianas. También examinaron las interacciones entre estos anticuerpos y las bacterias a nivel molecular.
El resultado: «Descubrimos que la cantidad de sIgA que una persona secreta en la mucosa nasal varía mucho de persona a persona», informan los investigadores. “La cantidad de sIgA se correlacionó negativamente con la densidad bacteriana. Esto sugiere que la sIgA en la nariz limita la capacidad general de colonización de la bacteria». . Sin embargo, la diversidad de diferentes especies bacterianas no se vio afectada por la cantidad de este anticuerpo.
Diferencias individuales
Además, van Dalen y su equipo descubrieron que las bacterias en la nariz de diferentes personas reaccionaban de manera diferente a la inmunoglobulina A secretora. Mientras que en algunos sujetos de prueba se observó una reacción clara de estos anticuerpos contra determinadas bacterias, en otra persona las mismas bacterias no se vieron afectadas. Por lo tanto, los investigadores suponen que la reacción inmune depende de numerosos factores, entre ellos probablemente la genética de la persona en cuestión y las condiciones locales de la nariz.
Los investigadores identificaron la bacteria Staphylococcus aureus como parte del microbioma nasal en ocho de 50 sujetos de prueba. Esta bacteria es generalmente inofensiva, pero bajo ciertas condiciones puede causar infecciones potencialmente mortales. Se teme que la variante del Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), resistente a muchos antibióticos, sea un germen hospitalario. Para conocer más sobre las interacciones entre S. aureus y el sistema inmunológico, el equipo de investigación analizó a nivel molecular cómo se une la inmunoglobulina A secretora a la superficie de la bacteria.
Potencial para nuevos métodos de tratamiento.
El estudio reveló una interacción específica entre sIgA y una proteína de superficie de S. aureus llamada proteína estafilocócica A (SpA). Esta proteína se ha relacionado previamente con la resistencia de la bacteria a varios anticuerpos humanos. Según los investigadores, manipular la unión entre SpA y sIgA podría ayudar a fortalecer la reacción inmune contra S. aureus en el futuro. «Estamos empezando a comprender cada vez mejor los procesos de nuestros microbiomas», afirma van Dalen. “Las interacciones del anticuerpo sIgA con el microbioma nasal nos muestran claramente cómo estos sistemas microbianos se regulan a sí mismos y cómo podrían regularse. Aquí tenemos un enorme potencial para futuros métodos de tratamiento”.
Una mejor comprensión de la respuesta de los anticuerpos a las bacterias del microbioma nasal también podría ayudar a desarrollar vacunas que se administren a través de la mucosa nasal. Ya existen vacunas contra la gripe para niños y adolescentes que se administran en forma de spray nasal. También se están desarrollando vacunas nasales contra el Covid-19. Sin embargo, según los investigadores, todavía queda un largo camino por recorrer antes de que los resultados ahora publicados puedan realmente influir en la práctica clínica.
Fuente: Rob van Dalen (Universidad de Tübingen) et al., Microbiome, doi: 10.1186/s40168-023-01675-y