Los niños que son abofeteados o castigados físicamente a la permanencia de tres primaveras pueden tener más problemas de lozanía mental y de comportamiento hasta los 14 primaveras que los niños que no reciben bofetadas, según un estudio que apareció en Exageración y negligencia pueril y realizado por investigadores del University College London.
Para obtener sus resultados, los investigadores utilizaron datos de más de 8.000 niños incluidos en una gran sondeo longitudinal británica. Los datos se recopilaron entre 2000 y 2001 y se recopilaron en seis momentos durante la infancia de los mismos participantes: nueve meses y tres, cinco, siete, 11 y 14 primaveras.
Los datos relativos al práctica de cruzar la cara o castigar físicamente y no a los niños se recopilaron a través de preguntas a sus padres.
Asimismo se recopilaron otros tipos de datos, incluidos los relacionados con los conflictos entre los padres, el desmán de licor y los trastornos psiquiátricos, todos los cuales pueden afectar la lozanía mental del peque. Finalmente, todos estos datos se compararon con el bienestar mental y el comportamiento de los niños.
Finalmente, los investigadores encontraron que dos tercios de los niños en el estudio experimentaron al menos una experiencia adversa a los tres primaveras, mientras que casi uno de cada cinco experimentó dos y uno de cada seis experimentó tres o más.
Las experiencias adversas incluyen factores como la depresión de los padres, la severidad de los padres, las bofetadas, el uso de la fuerza por parte de los padres con fines punitivos y el desmán de licor por parte de los propios padres.
En genérico, los investigadores encontraron que el castigo físico y, en genérico, la severidad de los padres podrían estar asociados con peores resultados de lozanía mental para los niños desde la infancia hasta la adolescencia. Los defectos de lozanía mental incluían, por ejemplo, problemas de subcontratación y rabietas.
«Nuestros hallazgos sobre los estrechos vínculos entre la crianza severa y el castigo físico y la mala salud mental en la infancia y la adolescencia brindan un mensaje claro a los responsables políticos sobre la necesidad de proteger a los niños y educar a los padres», dice Leonardo Bevilacqua de la UCL y primer autor de la estudio.