D.El corazón humano es una obra maestra de la naturaleza. En una vida de 80 años, se contrae unas tres mil millones de veces, transporta más de 200 millones de litros de sangre por las venas y es capaz de aumentar su rendimiento tantas veces como sea necesario. Su único inconveniente: esta bomba de alto rendimiento solo puede reemplazar mínimamente las células perdidas, si es que lo hace. Por lo tanto, cualquier daño o sobreesfuerzo de las células conlleva el riesgo de conducir tarde o temprano a la debilidad del músculo cardíaco, insuficiencia cardíaca. No es casualidad que tantas personas se vean afectadas: solo en Alemania se estima que hay entre tres y cuatro millones. Muchas dolencias de salud, especialmente las generalizadas, literalmente ejercen presión sobre el corazón, lo asfixian o lo angustian de alguna otra manera. Los más comunes incluyen hipertensión, deficiencia de oxígeno aterosclerótica del músculo cardíaco, diabetes, inactividad física y obesidad.
Pero los defectos cardíacos congénitos, las enfermedades autoinmunes y las infecciones a veces ejercen presión sobre el órgano circulatorio a medida que su fuerza se desgasta con el tiempo. Por diversas que sean las causas: la insuficiencia cardíaca casi siempre se manifiesta de la misma manera. Si ya está muy avanzado, los pacientes se quedan sin aliento incluso con el mínimo esfuerzo físico. Incluso actividades simples como vestirse o cepillarse los dientes pueden convertirse en un obstáculo insuperable. A medida que la sangre se acumula en las venas, los afectados también sufren de retención de agua en las piernas y los pulmones. Esto subraya la urgencia de identificar y abordar la insuficiencia cardíaca inminente desde el principio.