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21 de noviembre de 2024
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Impacto emocional de la música en directo versus grabaciones

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Los conciertos son muy importantes en la industria del entretenimiento porque la música en vivo puede tener un impacto directo en la vida emocional del público. Para los amantes de la música y los músicos, la interacción dinámica durante un concierto es una experiencia emocional que no puede ser sustituida por grabaciones musicales. Los investigadores ahora han descubierto por qué sentimos empatía con la música en vivo mediante escáneres cerebrales. Como resultado, las variaciones espontáneas en la música en vivo atraen a ciertas áreas del cerebro con más fuerza que las grabaciones de sonido inflexibles.

La música es un medio extremadamente popular y expresivo. Los artistas pueden procesar y expresar sus sentimientos como alegría o tristeza, mientras que los oyentes pueden sentir empatía y empatizar con ellos a través de canciones. Por lo tanto, en neurociencia, la música es muy adecuada para estudiar el procesamiento afectivo de las emociones en el cerebro. Por tanto, se sabe básicamente qué regiones del cerebro están implicadas: distintas partes de la corteza, el cuerpo estriado ventral y el sistema límbico. Sin embargo, los estudios anteriores siempre utilizaron grabaciones musicales. Sin embargo, cualquiera que haya asistido alguna vez a un concierto sabe por experiencia personal que la música en vivo suele tener mucha más carga emocional que la música grabada debido a la interacción entre el intérprete y el público.

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¿Qué sucede en el cerebro cuando escuchas música?

Un equipo dirigido por Wiebke Trost de la Universidad de Zurich ha analizado con más detalle lo que sucede en nuestro cerebro durante la música en vivo, particularmente en la amígdala, que se considera el punto de control central para procesar las emociones. Para ello, los investigadores midieron la actividad cerebral de 27 sujetos de prueba mediante imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), mientras los pianistas les reproducían breves pasajes de música triste o alegre en vivo o tocaban la misma música de piano en cinta. Durante las pruebas, los músicos pudieron observar en directo cómo cambiaba la actividad de la amígdala de sus oyentes y reaccionar ante ello con ligeros cambios en la música, por ejemplo en términos de tempo, armonía o tono. Luego, los neurocientíficos evaluaron los respectivos patrones de actividad de los sujetos y los compararon.

El resultado: de hecho, la actividad de la amígdala y muchas otras redes neuronales para procesar las emociones aumentó en todos los participantes cuando escucharon música de piano en vivo, especialmente durante pasajes altamente emotivos y expresivos. «Por tanto, la actividad cerebral se sincronizó con la calidad acústica y emocional de la interpretación musical», explican Trost y sus colegas. Sin embargo, con la música enlatada, la amígdala y otras regiones del cerebro de los oyentes estaban significativamente menos activas y no estaban claramente vinculadas a pasajes musicales emocionales específicos. Estas observaciones se aplican tanto a la música más feliz como a la más triste. Sin embargo, los escáneres cerebrales revelaron que la música en vivo que contenía emociones negativas apelaba a un patrón de áreas del cerebro ligeramente más complejo que la música más agradable.

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Las variaciones espontáneas en la música en vivo son cruciales

«La música en vivo puede estimular el cerebro afectivo de los oyentes de manera más fuerte y consistente que la música grabada», concluyen los investigadores. Además, la música en vivo provoca reacciones cerebrales dinámicas relacionadas con la música que no ocurren con la música grabada. En general, el estudio muestra que la música en vivo, gracias a sus variaciones espontáneas, atrae más a las áreas del cerebro responsables del procesamiento de las emociones que las grabaciones sonoras inmutables.

Fuente: Wiebke Trost (Universidad de Zurich) et al., Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), doi: 10.1073/pnas.2316306121


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