El sistema educativo de un estado de bienestar debe cerrar las brechas financieras entre las familias y ofrecer a todos los niños las mismas oportunidades de desarrollo. En la práctica, esta promesa falla. Los niños de los hogares más pobres aún obtienen peores calificaciones en la escuela y luego ganan menos en el trabajo. Un equipo de investigación dirigido por Sonya Troller-Renfree de la Universidad de Columbia en Nueva York ha demostrado ahora que las inyecciones financieras todavía tienen un efecto positivo, particularmente en el desarrollo del cerebro de los niños.