El impacto de la naturaleza es una gota en el océano en comparación con los factores que afectan el bienestar, como un buen trabajo, un matrimonio armonioso o niños felices, dice White. Sin embargo, su investigación encontró que una vida verde puede compensar algunas desigualdades de salud mental que resultan de las diferencias socioeconómicas. A veces se escucha la acusación de que la investigación sobre el tema de los espacios verdes se ha centrado hasta ahora principalmente en la clase media. Pero dos grandes estudios recientes han demostrado que las personas de bajos ingresos que viven junto al mar son, en promedio, física y mentalmente más saludables de lo que se esperaría dadas las otras circunstancias. El desempleo, por ejemplo, se considera uno de los principales factores del bajo bienestar.
Que encontremos la naturaleza tan vigorizante tiene mucho sentido cuando miramos hacia atrás en nuestro pasado. A principios de la década de 1980, el biólogo Edward O. Wilson presentó su famosa hipótesis de la biofilia. Afirma que nuestros cerebros están programados para buscar una conexión con la naturaleza porque hemos evolucionado a partir de ella. Aunque es muy diferente del entorno en el que vivimos la mayoría de nosotros hoy.
Porque el agua te hace tan feliz
La llamada teoría de la restauración de la atención también podría explicar los efectos. Él dice que pasar tiempo en la naturaleza restaura la capacidad de concentración. Para entender esto, hay que entender la naturaleza de la atención: hay básicamente dos tipos de atención, la involuntaria y la directa o voluntaria. En el primero somos captados por un estímulo interesante o inesperado (por ejemplo una conversación íntima entre una pareja sentada en la mesa detrás de nosotros en el bar), mientras que en el segundo necesitamos estar activamente enfocados en algo (por ejemplo, el libro estábamos a punto de leer, antes de empezar a escuchar). Este tipo de atención requiere lo que los psicólogos llaman control de arriba hacia abajo. En otras palabras, los pensamientos controlan las acciones. De abajo hacia arriba, por otro lado, significa que la información sensorial afecta lo que pensamos.
Con la atención enfocada, necesitamos bloquear las distracciones; mentalmente es muy agotador. Aquí es donde la naturaleza entra en juego. Está lleno de hechizos que llaman nuestra atención de abajo hacia arriba. Esto le da a la mente un respiro. Tal vez te sentiste fortalecido después de ver una gloriosa puesta de sol o ver los árboles mecerse suavemente con la brisa. Esto podría deberse a que esta vista interrumpió los procesos de arriba hacia abajo en curso y le dio un respiro.
Este pensamiento ayuda a explicar por qué los espacios azules parecen ser mejores que otros espacios naturales. Las ubicaciones frente al mar, especialmente las costeras, muestran todo un patrón de cambio. Las mareas están cambiando, las olas golpean la playa, el sol brilla en el horizonte. Además, el sonido e incluso la luz también cambian. Todos estos cambios ambientales tienen un efecto calmante y crean lo que los investigadores llaman encanto suave. Distrae nuestra atención de ciertos pensamientos, tal vez incluso de las reflexiones negativas comunes con la depresión, dice White.
Los estudios también han demostrado que los espacios azules nos motivan a hacer cosas que no son posibles en los espacios verdes: jugar en la arena, nadar o remar, por ejemplo. Los niños suelen decir que sus padres tienen más tiempo para jugar e interactuar con ellos junto al mar (ver «Fuera con ustedes, niños»). Independientemente de si dicha visita es con familiares o amigos, las actividades que se desarrollan allí parecen generar experiencias sociales fuertes y positivas. Este tiempo de calidad tiene un efecto positivo en el estado de ánimo y el bienestar. Esto le dio a White y sus colegas la idea de estudiar si la salud mental de los adultos se beneficia al estar cerca del agua cuando son niños. Los resultados de la investigación se publicarán en breve.