El 24 de octubre de 2024, alrededor de las 21:25 horas CEST, una brillante bola de fuego iluminó el cielo sobre Austria y Baviera. Fue causado por un meteoroide o miniasteroide que entró en la atmósfera terrestre a gran velocidad. Poco después cayeron fragmentos de meteorito cerca de la ciudad de Haag, al sureste de Linz. Numerosos testigos presenciales siguieron el suceso y las cámaras de la Red Checa de Cámaras de Meteoros registraron la bola de fuego.
Del análisis de las imágenes de la red de cámaras se desprende rápidamente, teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas y del viento, que es posible que hayan caído fragmentos de meteorito cerca de La Haya. Por ello, numerosos interesados salieron a buscar y peinaron la zona donde se encontró el artefacto. Apenas ocho días después de la bola de fuego, los dos primeros fragmentos fueron localizados por el descubridor Leon Thannheiser, quien puso uno a disposición del Instituto de Planetología de la Universidad de Münster para una mayor investigación. Markus Patzek y Addi Bischoff dirigen la obra, que aún se encuentra en sus primeras fases. Cuando los meteoritos se recuperan tan rápidamente después de su caída, es posible examinar, entre otras cosas, radioisótopos de vida corta, que proporcionan información sobre cuánto tiempo viajó el pequeño cuerpo celeste a través del sistema solar antes de chocar con la Tierra. En este corto período de tiempo, los agentes atmosféricos no tuvieron posibilidad de modificar los fragmentos.
El fragmento encontrado en Münster pesa 8,76 gramos y mide poco más de dos centímetros de largo. Está cubierto por una costra fundida fresca, negra y opaca, típica de los meteoritos pedregosos. Una primera mirada al interior después de abrirlo mostró que el fragmento de Aia pertenece a la clase más común de meteoritos pedregosos, las «condritas comunes». Contienen pequeñas esferas de minerales o hierro metálico, los cóndrulos. Llevan el nombre de Chondros, la antigua palabra griega que significa grano, y muestran que el cuerpo original de estos meteoritos apenas ha cambiado desde que se formaron hace más de 4.500 millones de años. Investigaciones futuras en otras instituciones de investigación demostrarán si los meteoritos de La Haya nos dicen algo nuevo sobre la juventud de nuestro sistema solar.