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24 de noviembre de 2024
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La influencia de la química cerebral en nuestro comportamiento social

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Las sustancias mensajeras dopamina y serotonina en nuestro cerebro juegan un papel importante en nuestro comportamiento social. Los investigadores han observado ahora directamente su interacción por primera vez. Esto fue posible gracias a cuatro pacientes de Parkinson que participaron en un experimento durante una cirugía cerebral. Los hallazgos revelan un mecanismo neuroquímico subyacente a nuestra tendencia a tomar decisiones basadas en el contexto social. A largo plazo, la tecnología también podría ayudar a comprender mejor los cambios en la química cerebral en la enfermedad de Parkinson.

Es un experimento clásico de psicología conductual: pedirle a una persona que divida 20 dólares entre ella y otra persona. Si la otra persona acepta la oferta propuesta, ambos recibirán la cantidad acordada. Si la otra persona se niega, ambos se marchan con las manos vacías. Desde un punto de vista puramente económico, lo más ventajoso sería que la segunda persona en este juego de ultimátum aceptara cualquier oferta, incluso si la primera sugiere renunciar sólo a un dólar. Después de todo, un dólar es mejor que nada. Sin embargo, en la práctica se ha demostrado que la mayoría de las personas tienden a rechazar ofertas que consideran injustas. Para castigar a la otra persona por la oferta escandalosa, renuncia a su propio beneficio.

Investigación durante la cirugía cerebral

Pero, ¿qué sucede en el cerebro durante esos procesos de toma de decisiones? Un equipo dirigido por Seth Batten de Virginia Tech ha llegado al fondo de esta cuestión. Dado que los procesos cerebrales normalmente no pueden observarse con suficiente detalle, los investigadores eligieron un enfoque inusual: pidieron a cuatro pacientes con Parkinson, que estaban siendo sometidos a una cirugía cerebral despiertos, que participaran en el juego del ultimátum durante la operación.

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La operación se realizó para implantar electrodos para una estimulación cerebral profunda y así aliviar los síntomas del paciente. Con el consentimiento de los pacientes, Batten y su equipo insertaron brevemente otro electrodo en el cerebro abierto y lo usaron para medir la proporción entre los mensajeros cerebrales dopamina y serotonina mientras los sujetos de prueba tomaban decisiones en el juego del ultimátum. El equipo se centró en la sustancia negra, que participa en el control motor y el procesamiento de recompensas. Los datos se evaluaron mediante aprendizaje automático.

Contexto social relevante

En el juego del ultimátum, los investigadores dijeron a los sujetos de prueba que jugarían con un humano o una computadora. Esta información jugó un papel importante a la hora de decidir las respectivas ofertas: «Cuando la gente sabe que está jugando contra un ordenador, juega perfectamente, como los economistas matemáticos: prefieren pequeñas victorias a ninguna», explica Montecchi, colega de Batten Read. «Pero cuando juegan contra un humano, no pueden hacer nada al respecto: a menudo se ven obligados a castigar la oferta más pequeña rechazándola». De hecho, los sujetos de prueba aceptaron ofertas incluso pequeñas si sabían que su contraparte era una computadora. Por otro lado, rechazaron ofertas idénticas de humanos. Como era de esperar, tuvieron en cuenta el contexto social en su decisión.

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Las mediciones de los mensajeros cerebrales revelan un mecanismo biológico para este fenómeno: los niveles de dopamina varían dependiendo de si la oferta actual es mejor o peor que la anterior. Los niveles de serotonina, por otro lado, responden al valor del suministro actual, independientemente de la historia previa. «Curiosamente, los niveles generales de dopamina son más altos cuando las personas interactúan con otro ser humano que con una computadora», informa Bang. Tan pronto como entran en juego pensamientos de justicia, nuestro cerebro evalúa las ofertas de manera diferente.

Investigación de la enfermedad de Parkinson

Una de las características clave de la enfermedad de Parkinson es la pérdida de neuronas productoras de dopamina en el tronco del encéfalo. Aunque el estudio actual no se centró en el tronco del encéfalo, otros experimentos también podrían ayudar a comprender mejor las interacciones patológicamente alteradas entre la dopamina y la serotonina en la enfermedad de Parkinson.

«Ya existe evidencia preclínica de que la pérdida progresiva del sistema de dopamina le dice al sistema de serotonina: ‘Oye, tenemos que hacer algo’. Pero nunca antes habíamos podido observar esta dinámica», explica Montague. «Nuestro estudio actual es un primer paso, pero tenemos la esperanza de que, si estudiamos a suficientes personas, podremos vincular la interacción de los neurotransmisores con los síntomas de la enfermedad y hacer declaraciones clínicas sobre la patología del Parkinson.»

Fuente: Seth Batten (Virginia Tech) et al., Nature Human Behavior, doi: 10.1038/s41562-024-01831-w


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