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Audición, aparato microscópico descubierto en el oído que lo hace posible con «acrobacias» moleculares


Cilia en la superficie de una célula ciliada del oreja interno humano (crédito: David Furness / Wellcome Collection (CC-BY-NC 4.0))

Un equipo de investigadores, en un interesante estudio publicado en Comunicaciones de la naturaleza, confirma lo engorroso que es el sistema auditivo humano, incluso a nivel molecular, tanto es así que la propia nota de prensa deje de varias “acrobacias” llevadas a agarradera en la cuerda floja para hacer posible este importante sentido.

Investigadores de la Escuela de Medicina de Harvard y el Hospital de Niños de Boston han descubierto de hecho que una conexión importante y muy delicada entre dos pares de filamentos de proteínas microscópicas es la cojín de la recital en sí. El sonido se percibe a través de la tensión de estos diminutos filamentos que activan las células sensoriales del oreja interno.
Según los investigadores, estos filamentos funcionan como trapecistas de circo cuando se toman de la mano en una de las etapas más difíciles de su espectáculo.

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A nivel molecular, de hecho, muy curiosamente, el vínculo entre estos dos filamentos parece traer a la memoria el de un apretón de manos, como explican los autores.
Gracias a esta estructura, no actúan como una cuerda estática sino que se desprenden y vuelven a unir en muy poco tiempo, medible en décimas de segundo. Y mientras que un par de filamentos puede romperse por la fuerza del sonido extranjero, el otro par puede permanecer conectado de una guisa que permita que el par «roto» se vuelva a unir.

Se alcahuetería de un diminuto artilugio, compuesto por menos de una docena de proteínas, que es la cojín de la propia recital, es proponer, la transformación de un sonido extranjero de un estímulo mecánico a una señal eléctrica luego perceptible por el cerebro, como explica David Corey, profesor. por HMS y autor correspondiente del estudio: «Comprender cómo funcionan estas proteínas proporciona información sobre los secretos de la sensación de sonido».

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El secreto parece ser, en cualquier caso, solo eso: este pequeño artilugio, como explica Wesley Wong, profesor de química biológica y farmacología molecular en Boston Children’s, otro autor del estudio, es lo suficientemente robusto para realizar esta importante función basada en sobre un estímulo mecánico pero al mismo tiempo es lo suficientemente delicado como para poder crear esa condición de microinterrupción entre dos filamentos imprescindibles para su funcionamiento.

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