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Trastorno límite de la personalidad: no permanente – espectro de la ciencia


La atención se centró en el llamado acoplamiento neuronal: cuando dos personas interactúan entre sí, ciertas regiones del cerebro muestran un patrón de activación similar en ambas. Esto se aplica, por ejemplo, a la transición temporal-parietal entre los lóbulos temporal y parietal, que es importante para el procesamiento de la información social y para la mentalización. Si alguno de los participantes padecía un trastorno límite agudo de la personalidad, el acoplamiento neuronal era menor; de ahí que los cerebros funcionaran de forma menos sincronizada. Esta anomalía neuronal encaja con los importantes problemas sociales que reportan los afectados y sus familiares. Curiosamente, no hubo déficit de acoplamiento en los ex pacientes limítrofes; no se diferenciaron de los sujetos de prueba sanos.

Un equipo dirigido por el biométrico Nikolaus Kleindienst observó otro cambio interesante en los pacientes remitidos en 2020.Los investigadores presentaron a los participantes dibujos del cuerpo femenino y les pidieron que usaran colores para marcar qué regiones de su cuerpo les gustaban y cuáles no. Mientras que las personas gravemente enfermas mostraban una imagen corporal negativa, aquellos cuyos síntomas habían retrocedido percibían su cuerpo de forma más positiva en general.

intercepción mejorada

Los hallazgos de Laura Müller y sus colegas del Hospital Universitario de Heidelberg también se ajustan a esto. Investigaciones anteriores habían encontrado un vínculo entre la capacidad de percibir señales corporales como los latidos del corazón y la capacidad de percibir emociones. Los psicólogos de Heidelberg registraron las fluctuaciones de voltaje en el cerebro mediante electroencefalografía. En el proceso, los electrodos en el cuero cabelludo miden la actividad eléctrica del cerebro, que puede mostrarse gráficamente como un patrón de curva suave. Proporciona información sobre las actividades de las células nerviosas del cerebro. Los investigadores buscaban una onda muy específica: es un indicador de qué tan bien alguien puede percibir los latidos de su corazón. De hecho, la erupción fue mayor en aquellos participantes que fueron más capaces de regular sus emociones. Hubo una clara diferencia entre los pacientes límite y las personas sanas. En los pacientes cuyos síntomas habían remitido, el aumento fue más fuerte que en las personas con enfermedad aguda, pero menos fuerte que en los participantes sanos. Esto respalda la suposición de que la percepción corporal de los pacientes remitidos mejora y es cada vez más similar a la de las personas sanas.

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Sin embargo, en tales estudios, que registran la situación actual en algún momento, las diferencias entre pacientes remitidos y agudos pueden existir incluso antes. Por lo tanto, sería concebible que las personas cuyos síntomas se han retirado mostraran peculiaridades neuronales desde el principio. Para descartar tales efectos, en el futuro serán necesarios estudios longitudinales durante varios meses y años.

La historia del trastorno límite de la personalidad está marcada por mucho sufrimiento que han experimentado los afectados como consecuencia de la enfermedad con sus diversos síntomas, pero también por la falta de comprensión, el tratamiento incorrecto y la exclusión. También habla sobre cómo la investigación puede arrojar luz sobre la comprensión de las enfermedades mentales y el establecimiento de nuevas opciones de tratamiento.

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Numerosos hallazgos de la neurociencia han contribuido al hecho de que el trastorno de la personalidad ahora se entiende como una interacción compleja de factores biológicos y ambientales. Revelaron que la enfermedad no necesariamente tiene que estar asociada con deficiencias permanentes graves, de hecho, los síntomas pueden tratarse con éxito con psicoterapia y desaparecer en la mayoría de los pacientes después de unos años. En el futuro, los neurocientíficos podrían disipar más reservas sobre los pacientes y proporcionar información sobre cómo los afectados pueden lograr llevar una vida plena a pesar de algunas dificultades.


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