El miedo aumenta la probabilidad de dolor.
Una de las principales razones por las que el dolor se vuelve crónico en nuestro cuerpo es cómo nos sentimos al respecto. Las personas que temen o le temen al dolor tienen hasta el doble de probabilidades de desarrollar dolor crónico después de la cirugía. En un estudio finlandés publicado en abril de 2022, los autores muestran que el estrés psicológico tiene un impacto significativo en la presencia o ausencia de dolor de espalda en personas con una columna vertebral degenerada. Otro estudio más pequeño incluso mostró que los eventos traumáticos previos como el robo, la intimidación o la agresión sexual fueron los factores que más influyeron en el dolor de espalda que se volvió crónico entre los 84 participantes del estudio; incluso el temor inicial de que el dolor se vuelva permanente se convierte en una profecía autocumplida.
En la medicina clínica y el discurso social, la mente y el cuerpo, la percepción y la emoción, la biología y la psicología a menudo se consideran por separado, incluso si la naturaleza humana está en contradicción. De hecho, estas perspectivas separadas colapsan más dramáticamente cuando se trata del dolor. Según la investigación de Apkarian, cuando el dolor agudo se vuelve crónico, se activan partes del cerebro responsables de las emociones en lugar de las sensaciones físicas.
Un estudio clínico reciente publicado en el Journal of the American Medical Association: Psychiatry indica la efectividad de las terapias que se enfocan en cómo nos sentimos cuando sufrimos. En el estudio, dirigido por Yoni Ashar y Tor Wager, los científicos que descubrieron la firma neurológica del dolor en el cerebro, los pacientes con dolor lumbar crónico recibieron el tratamiento habitual de analgésicos y fisioterapia, o se les indicó que tomaran un placebo ( que puede ser bastante eficaz para el dolor de espalda). Un tercer grupo recibió terapia de procesamiento del dolor, que enseña a las personas que el cerebro desarrolla activamente el dolor crónico incluso cuando no hay una lesión activa, y que simplemente reformular la amenaza que representa el dolor puede reducirlo o eliminarlo. Tal terapia priva al dolor crónico de su arma más poderosa: el miedo.
Los resultados fueron notables: de los pacientes que recibieron terapia de procesamiento del dolor dos veces por semana durante un mes, el 52 % no sintió dolor al año, en comparación con el 27 % de los que tomaron un placebo y el 16 % que recibieron la atención habitual. Los pacientes también experimentaron mejoras en otros problemas como sus limitaciones físicas, ira, sueño y depresión.
Reconocer la complejidad del dolor, especialmente del dolor crónico, puede abrir la puerta a formas nuevas e innovadoras para garantizar que, incluso cuando tengamos dolor, no tengamos que sufrir. Los tratamientos como la terapia de procesamiento del dolor hacen que el dolor sea lo que la ciencia dice que es: una construcción emocional y traumática tanto como una sensación física. Además, una visión tan holística de la naturaleza del dolor está lejos de impedir que no lo tomemos en serio. Debería impulsarnos aún más para asegurarnos de que todos los que sufren experimenten amabilidad y respeto y reciban más que pastillas y cirugía en su camino hacia la recuperación.