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24 de noviembre de 2024
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Cursedología: juramento al servicio de la ciencia

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Todos lo hacemos, desde la infancia hasta la vejez, solos o en compañía: maldecimos y criticamos todo lo que podemos. Todo tipo de heces, sexuales, animales y cosas malas se escapan de nuestra boca. Se dice que a Wolfgang Amadeus Mozart le encantaba firmar cartas con «Atentamente, Süssmaier Scheißdreck». Los guardias morales del siglo XV castigaban esta blasfemia con el corte de la lengua o incluso con la muerte. Hoy, las instituciones estatales monitorean qué películas y canciones, entre otras cosas por la elección de las palabras, terminan en el índice de medios en riesgo para los jóvenes.

Porque el lenguaje soez tiene un poder tremendo. Se puede utilizar para transmitir emociones extremas (principalmente enfado y frustración). Puede insultar, reprimir y marginar. Sin embargo, se les debe dar un aspecto diferenciado. Durante mucho tiempo, la investigación ha sido demasiado buena para tratar la parte sucia de nuestra comunicación. Recién en 1973 el ingeniero químico de origen alemán Reinhold Aman fundó en los Estados Unidos la disciplina científica de la maledictologia (del latín «maledicere» para despotricar). Los cursedólogos estudian los aspectos psicológicos, sociológicos, lingüísticos y neurobiológicos de la maldición.

Y han sacado a la luz muchas cosas que pueden sorprender a unos u otros: ¡jurar es bueno! Sirve al hablante como una salida para la agresión, alivia el estrés y el dolor, por ejemplo si accidentalmente golpeamos el pulgar con un martillo. En otras situaciones, utilizamos deliberadamente expresiones fuertes para ofender deliberadamente a las personas. Un ejemplo de esto es el descarrilamiento verbal de Joschka Fischer en 1984 con el entonces vicepresidente del Bundestag: «Con el debido respeto, señor presidente, es usted un idiota». También maldecimos cuando queremos expresar humor, sarcasmo o sorpresa.

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El psicólogo estadounidense Timothy Jay, del Massachusetts College of Liberal Arts, es uno de los investigadores más prolíficos en el campo. Según sus encuestas, las diez expresiones más fuertes en el idioma inglés de 1989 a 2009 consistieron en las palabras «joder», «mierda», «infierno», «maldición», «maldita sea», «Jesucristo», «culo». . «,» oh. «Dios mío«, »perra«, »apesta«. En 2014, Wenbo Wang y sus colegas de la Universidad Estatal de Wright en Ohio evaluaron 51 millones de entradas de Twitter seleccionadas al azar: casi el ocho por ciento de los tuits contenían lenguaje obsceno. El 90% de ellos consistía en «joder», «mierda», «culo», «perra», «nigga», «infierno» y «puta». Los alemanes prefieren jurar analmente (culo, mierda, mierda, caca). Me gusta referirse a la enfermedad. Algunas de sus maldiciones más fuertes incluyen las salas de cáncer, tifus y tuberculosis.

Hay una maldición en todos los estratos socioeconómicos. La investigación ha demostrado, sin embargo, que las personas con un estatus social más bajo maldicen más que aquellas con un estatus más alto, presumiblemente porque tienen menos que perder. La personalidad también juega un papel. Las personas dominantes extendidas juran por más a menudo. El uso de blasfemias es menos común entre las personas religiosas y las personas con ansiedad sexual. Los mormones prescinden de él por completo y usan solo eufemismos (al menos en contacto con otros). Es un mito común que los insultos e insultos dan fe de la falta de vocabulario. Más bien, un vocabulario extenso indica buenas habilidades lingüísticas, como Timothy y Kristin Jay descubrieron en 2015.

Romper tabúes como indicador

Lo que todos los términos malditos tienen en común es que los tabúes juegan un papel decisivo. Sin embargo, si algo se percibe como una afrenta o un tabú depende en gran medida de la situación. Es crucial, por ejemplo, cómo se relacionan los interlocutores entre sí, qué intención persigue la persona que maldice y qué entonación muestra. Las palabras tabú también están sujetas al zeitgeist. Expresiones blasfemas como «oh Dios» han perdido su agudeza en muchas culturas occidentales. O la palabra N racista: hace varias décadas no era lo suficientemente problemático, hoy está prohibido en la mayoría de las sociedades. Pero incluso aquí hay excepciones: los seguidores de la cultura juvenil afroamericana del hip-hop usan la expresión como un saludo irónico.


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