16 organoides cerebrales
Roberto Klatt
La startup FinalSpark ha creado un ordenador vivo a partir de células madre humanas. En el futuro, se espera que los bioprocesadores reduzcan las necesidades energéticas de los centros de datos y las supercomputadoras.
Vevey (Suiza). La startup FinalSpark ha creado una computadora viviente a partir de 16 organoides del cerebro humano. Los organoides son microestructuras similares a órganos cultivadas a partir de células tisulares, células madre embrionarias o células madre pluripotentes inducidas. No tienen vasos, pero aún tienen propiedades similares a las de los órganos que les permiten imitar las funciones y la estructura del cerebro.
Según la empresa, el bioprocesador vivo de FinalSpark puede aprender y procesar información. Se dice que la neuroplataforma es aproximadamente un millón de veces más eficiente que los procesadores convencionales.
Bioprocesador de organoides cerebrales.
Según FinalSpark, el sistema consta de cuatro multielectrodos, cada uno de los cuales contiene cuatro organoides vivos. Cada uno de ellos está conectado a ocho electrodos individuales que pueden estimular las células cerebrales con señales eléctricas y registrar señales eléctricas de las células cerebrales. Para proporcionar nutrientes a los organoides, se colocan en una solución especial. Su vida útil es de aproximadamente tres meses.
Fred Jordan, director ejecutivo de FinalSpark, explica que el desarrollo de bioprocesadores aún se encuentra en sus primeras etapas. Sin embargo, según él, los ordenadores vivos podrían reducir significativamente en el futuro las elevadas necesidades energéticas de los centros de datos y superordenadores.
«Imaginemos el estado de la investigación en computación cuántica hace 20 años: así es como nos encontramos hoy con las biocomputadoras».
La empresa cita como ejemplo la formación del Large Language Model (LLM) GPT-3, que requirió aproximadamente diez gigavatios hora (GWh) de electricidad. Si en su lugar se hubiera utilizado un bioprocesador, las necesidades energéticas de la inteligencia artificial (IA) serían insignificantes.
Sin embargo, los científicos de FinalSpark explican que pasará mucho tiempo antes de que los bioprocesadores puedan utilizarse industrialmente, en parte porque es necesario entrenar las neuronas de los organoides. Por lo tanto, FinalSpark colabora con varias universidades.