UNA.A diferencia de los rápidos avances en genética en las últimas décadas, la medicina moderna no está vinculada de ninguna manera a una comprensión completamente determinista de los genes. En particular, la influencia del ambiente -y del comportamiento materno- sobre el feto en desarrollo en el útero es un ejemplo paradigmático de cómo el ambiente puede modular la acción de los genes y cómo estos efectos ambientales pueden permanecer efectivos durante varias generaciones.
La herencia de los rasgos adquiridos no es una herejía en medicina, sino la base de un programa de investigación extremadamente productivo. Las consecuencias intergeneracionales de la hambruna holandesa del invierno de 1944/45 o la transmisión del trauma de los supervivientes del Holocausto a sus descendientes son dos ejemplos paradigmáticos de los hallazgos de esta investigación. El hecho de que las madres puedan tener una influencia especial en la descendencia durante el embarazo está lejos de ser una idea nueva.
Estrés y desnutrición
La historiadora de la ciencia Sarah Richardson ubica esta investigación en su contexto histórico y analiza críticamente sus suposiciones, métodos y conclusiones subyacentes. En los primeros cuatro capítulos de su libro, Richardson presenta de manera concisa y vívida cómo se desarrolló el pensamiento médico y científico sobre las contribuciones maternas y paternas al desarrollo de la descendencia. La piedra angular de su presentación es la teoría del germoplasma de August Weismann (1882), quien afirmaba que sólo el material genético se transmite en los ovocitos o espermatozoides, que el padre y la madre hacen la misma contribución a la descendencia, que no importa la presencia de un factor genético proviene del lado materno o paterno y que no puede haber herencia de rasgos adquiridos.
La teoría de Weismann -para la que se acuñó el término «neodarwinismo»- constituyó una ruptura radical con las teorías anteriores de reproducción y herencia y fue un elemento esencial en el desarrollo de la biología evolutiva moderna. Desde la antigüedad hasta el siglo XIX, se consideró que la influencia de la madre y el padre era diferente. Excepcionalmente significativa fue la idea de que las emociones y experiencias de una mujer embarazada pueden imprimirse en el feto y provocar marcas de nacimiento, deformidades o rasgos de personalidad. Otras teorías veían al óvulo femenino como nutritivo y pasivo, mientras que el esperma aportaba toda la «fuerza vital». Una tercera clase de teorías reconocía tanto al óvulo como al espermatozoide, pero las contribuciones de los dos tipos de células se consideraban complementarias. La teoría de Weismann y su confirmación experimental eliminaron estas teorías, pero sobrevivieron durante varias décadas en un área donde la política progresista se alió con la eugenesia positiva para crear una sociedad moderna con ciudadanos saludables.