La gripe española fue una grave pandemia gripal que se produjo al final de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, contrariamente a lo que se pensaba durante mucho tiempo, esta influencia no afectó con la misma fuerza a los jóvenes vulnerables y sanos. Así se desprende de un estudio en curso para el que se han analizado restos óseos de este período. Investigaciones anteriores han planteado la hipótesis, basándose en evidencia anecdótica, de que las personas jóvenes y sanas tienen la misma probabilidad de morir a causa de la gripe que los jóvenes con enfermedades previas. La refutación de esta tesis encaja con las observaciones de las pandemias actuales.
Durante la pandemia de gripe que azotó entre 1918 y 1920, también conocida como gripe española, se estima que murieron hasta 50 millones de personas en todo el mundo. Fue la pandemia más grave hasta el momento provocada por un virus de la gripe, con una tasa de mortalidad de entre el 5 y el 10% de todos los infectados. Como en aquella época muchas personas, incluidas personas jóvenes y aparentemente sanas, enfermaban y morían en poco tiempo, los médicos supusieron que las personas sanas eran tan susceptibles a la enfermedad como las frágiles. Numerosos informes históricos, incluidas estadísticas de población y registros de seguros de vida, respaldan la teoría de que la gripe española afectó desproporcionadamente a jóvenes sanos de entre 15 y 34 años.
¿Quién fue el más afectado por la gripe española?
Las dos antropólogas Amanda Wissler y Sharon DeWitte han investigado por primera vez si esto es realmente cierto. Para ello, analizaron los restos óseos de 369 personas que murieron en Cleveland, Ohio, entre 1910 y 1938, es decir, antes y durante la pandemia de influenza. A diferencia de la mayoría de los relatos históricos, los huesos proporcionan pistas sobre las condiciones preexistentes de las personas. En sus análisis, los investigadores identificaron 248 restos óseos de este período que presentaban lesiones en tejido óseo joven debido a enfermedades o inflamación. El grado de curación de estas lesiones óseas en el momento de la muerte servía como indicador de si las personas estaban debilitadas y, por tanto, más susceptibles a las enfermedades. Los científicos explican que las lesiones no cicatrizadas son signos de una dieta y condiciones de vida poco saludables.
Los análisis mostraron que las personas más sanas, es decir, aquellas que sólo tenían lesiones óseas sin curar, tenían las tasas de mortalidad más altas, independientemente de si las personas murieron antes o durante la pandemia. El riesgo de muerte era 2,7 veces mayor que el de las personas con lesiones curadas y no curadas y, en consecuencia, con una salud más sólida. Estos tuvieron las tasas de mortalidad más bajas del estudio.
Los resultados contradicen los supuestos comunes.
Los hallazgos contradicen la suposición común de que la pandemia de influenza de 1918 afectó excepcionalmente a personas jóvenes y sanas, probablemente porque el virus de la influenza, a diferencia de la mayoría de los patógenos, no distinguió entre grupos de población. En cambio, nuevos datos sugieren que durante la gripe española, las personas sanas tenían menos probabilidades de morir que las personas debilitadas y menos sanas. Esto contradice hipótesis anteriores, pero es consistente con observaciones de pandemias recientes, concluyen los investigadores.
«Nuestras condiciones de vida sociales, culturales e inmunológicas están interrelacionadas y ya en el pasado han determinado la vida y la muerte de personas», explica Wissler. “Más recientemente, durante la Covid-19, vimos que nuestros antecedentes influyeban en quién tenía más probabilidades de morir y quién sobrevivía”, afirma. La “mortalidad selectiva” observada, en la que los más frágiles tienen más probabilidades de morir, es un principio típico de las enfermedades, incluso con patógenos previamente desconocidos en las pandemias. Según los estudios actuales, entre los factores de riesgo de mortalidad por enfermedades infecciosas como la gripe también se incluyen enfermedades previas como el asma o los trastornos cardiovasculares.
En general, el nuevo estudio ilustra cómo la investigación antropológica puede mejorar la comprensión de las pandemias pasadas y presentes. Los investigadores quieren investigar más a fondo la conexión entre el estatus socioeconómico y la mortalidad en trabajos futuros. En particular, quieren examinar si sus hallazgos en Cleveland se aplican a otras ciudades de EE. UU. que tuvieron diferentes datos demográficos durante la gripe española o que tomaron diferentes medidas para combatir la pandemia.
Fuente: Amanda Wissler (Universidad McMaster) et al., Actas de la Academia Nacional de Ciencias, doi: 10.1073/pnas.2304545120